12/2/14

Los charnegos...

"(...) Cataluña fue uno de los destinos preferentes de esos andaluces que salieron de la región en busca de oportunidades. Se calcula que, alrededor de 1970, ya habían emigrado más de 800.000.

 El flujo comenzó tras la guerra, que arrancó las esperanzas jornaleras en una reforma agraria que equilibrase la situación del campo andaluz, y se intensificó a partir de los años cincuenta. En el horizonte, no solo la idea de encontrar un trabajo en las ciudades industriales catalanas, sino la oportunidad de volver a empezar de cero lejos de las heridas de la contienda. 

 ”En su pueblo de origen el emigrante era conocidopor su vida pública y privada y, por lo tanto, era un sujeto fácil no sólo de la represión oficial sino de aquella represión informal de negación de trabajo y vacío social que convirtió su devenir en una verdadera pesadilla”, explica el profesor Manuel Marín Corbera en las páginas de Andalucía en la Historia.

La adaptación, sin embargo, no fue fácil. Los charnegos -como se conoce a los inmigrantes que llegaron a Cataluña desde otras partes de España- tuvieron que soportar la falta de garantías laborales y el recelo de unos obreros catalanes que los percibían como una competencia en tiempos de dificultades económicas.

 “Fueron alojados en infraviviendas, tratados con desdén y contratados con míseros salarios bajo precarias condiciones de trabajo”, explica Marín Corbera. En ese contexto, las redes de solidaridad que se formaron entonces entre andaluces emigrados constituyeron un importante cabo al que muchos pudieron agarrarse.

El recelo de las autoridades incluso llegó a materializarse en forma de deportaciones, vinculadas a la lucha contra las barracas en las que se asentaron muchos andaluces. Según recoge el periodista Jaume V. Aroca en la revista editada por el Centro de Estudios Andaluces, entre 1952 y 1956 fueron deportados más de 15.000 personas, muchas de ellas procedentes de Andalucía.

 El gobernador civil de Barcelona, Felipe Acedo Colunga, envió a todos los ayuntamientos una circular en la que les instaba a impedir los asentamientos de las personas que llegasen sin una vivienda legalizada. Los que se encontrasen en esa situación, debían ser enviados al Pabellón de las Misiones de Montjuïc, que también había servido para acoger indigentes. 

Pese a las trabas, la inmigración continuó: “Los inmigrantes se las ingeniarán para llegar de todos modos, bien bajando de los trenes en estaciones todavía alejadas de Barcelona, bien saltando a las vías antes de llegar a la capital o, sencillamente, tratando de ocultar su procedencia”, explica Aroca.

Muchos de esos andaluces nunca emprendieron el camino de vuelta  Su presencia sigue muy viva en la sociedad catalana, donde existe un importante tejido asociativo de las comunidades andaluzas.  Desde una de ellas, el Centro Cultural de Andalucía en Manresa, Maruchi contaba que aún no ha podido olvidar las calles de Almería pese a llevar más de cuarenta años alejada de ellas.(...)"         (Público, 09/02/2014)

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